Jesús está comiendo invitado
por uno de los principales fariseos de la región. Lucas nos indica que los
fariseos no dejan de espiarlo. Jesús, sin embargo, se siente libre para
criticar a los invitados que buscan los primeros puestos e, incluso, para
sugerir al que lo ha convidado a quiénes ha de invitar en adelante. Jesús no rechaza el amor
familiar ni las relaciones amistosas. Lo que no acepta es que ellas sean
siempre las relaciones prioritarias, privilegiadas y exclusivas. A los que
entran en la dinámica del reino de Dios buscando un mundo más humano y
fraterno, Jesús les recuerda que la acogida a los pobres y desamparados ha de
ser anterior a las relaciones interesadas y los convencionalismos sociales.
¿Es
posible vivir de manera desinteresada? ¿Se puede amar sin esperar nada a
cambio? Estamos tan lejos del Espíritu de Jesús que, a veces, hasta la amistad
y el amor familiar están mediatizados por el interés. No hemos de engañarnos.
El camino de la gratuidad es casi siempre duro y difícil. Es necesario aprender
cosas como éstas: dar sin esperar mucho, perdonar sin apenas exigir, ser más
pacientes con las personas poco agradables, ayudar pensando sólo en el bien del
otro. Jesús se atreve a decir al fariseo que lo ha invitado: «Dichoso tú si no pueden pagarte». ¿Buscamos dar o buscamos recibir? Sólo ama el que es capaz de comprender las palabras de Jesús: "Hay más alegría en dar que en recibir".
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