Se han cumplido 500 años del inicio de Reforma
Protestante. El 31 de octubre de 1517 el monje agustino Martín Lutero clavaba
en la puerta de la la iglesia del Castillo de Wittenberg las 95 Tesis contra
las Indulgencias, hecho que se considera el inicio de la Reforma. En aquel
momento se estaba predicando por toda Europa una indulgencia cuyos beneficios
económicos serían destinados a la construcción de la basílica de San Pedro en
Roma. Este hecho escandalizó a Lutero que vio en las indulgencias una forma de
comprar la salvación. La gracia de Dios no se compra, Dios la da gratuitamente.
La salvación no se compra. El problema de Lutero no fue la interpretación de
las indulgencias que era perfectamente católica.
Diversas causas se pueden identificar en este
movimiento que produjo la división de la cristiandad europea del siglo XVI. Algunas de ellas son: lo político, sobre todo los
intereses nacionales de Inglaterra y Alemania, países que veían en el papado un
poder político demasiado grande. También encontramos causas económicas, sobre
todo la venta de las indulgencias y de los altos cargos eclesiásticos en Roma.
Existen también causas sociales. Finalmente, las causas culturales, dominadas
sobre todo por la difusión del humanismo, la imprenta, los nuevos
descubrimientos geográficos y la Ilustración, procesos que fueron despertando
el espíritu crítico hacia algunas prácticas de la Iglesia Católica. Su
rebeldía contra Roma instigada en parte por los príncipes electores
alemanes, que vieron en Lutero un líder religioso que podía ayudarles frente al poder del joven Emperador Carlos. La famosa dieta del Worms fue donde se
fragua la ruptura total de Lutero con Roma.
León X excomulgó a Lutero el año 1521, siendo este último protegido por
varios príncipes alemanes, sobre todo Federico de Sajonia. Desde su excomunión
hasta 1529, Lutero comenzó la traducción de la Biblia al alemán. Este proceso
de traducción fue clave, y favoreció el surgimiento de la imprenta. Lutero pudo
así difundir el texto bíblico entre los alemanes y estos pudieron optar a la
lectura de las Escrituras.
Los grandes problemas que preocupaban a Lutero como a gran parte de sus contemporáneos católicos europeo eran: el problema de justificación de la salvación; ¿cómo estar seguro de estar salvado? Después largas y profundas meditaciones sobre los textos bíblicos en 1517, encuentra según su análisis de los textos bíblicos en los que cree descubrir algo que era doctrina normal en la Iglesia que la Salvación está en la justicia (misericordia de Dios manifestada en Cristo y no en la obras de la Ley.)
El protestantismo posee algunas doctrinas teológicas claves:
1) Sola Scriptura: la Biblia es Palabra de Dios y por ende debe ser creído todo lo que hay contenido en ella. Este principio niega la Tradición de la Iglesia, que para el catolicismo es también fuente de Revelación por cuanto Dios habla también en la Tradición; y también es una negación al Magisterio, a la palabra oficial del Papa y los Obispos. Y en segundo lugar, que cada uno interpreta el texto bíblico en virtud del llamado “principio de libre examen”.
2) Sola fides: afirma que el perdón de Dios para los pecadores es sólo motivado por la fe excluyendo las obras. Al afirmar el protestantismo que toda la humanidad se haya bajo el signo del pecado, las obras realizadas por los seres humanos están manchadas por el pecado y por ende no ayudan en la salvación.
3) Sola gratia: la salvación es un favor inmerecido que el pecador no puede conseguir por sus propios méritos.
4) Solo Christo: afirma que sólo Cristo es el mediador entre Dios y los hombres y que sólo Él nos alcanza la salvación.
La teología sobre la Iglesia del protestantismo
marca la invisibilidad de la comunidad creyente. No hay en la comprensión
protestante una visibilidad histórica de la Iglesia, y por tanto tampoco un
sacerdocio ministerial con un Pontífice (Papa) a la cabeza. Se marca el
sacerdocio común de los fieles adquirido en el bautismo. En cuanto a los
sacramentos, los únicos dos sacramentos que considera el protestantismo son el
bautismo, el cual se realiza para el perdón de los pecados, y la Santa Cena o
Eucaristía que, a diferencia del catolicismo, no reconoce la presencia real del
Señor luego de la celebración. Es más un recuerdo que un memorial que se
prolonga.
Volver a la unidad perdida: el ecumenismo
Muchos años de división han provocado más
malestar y conflicto que unidad. Fue en los albores del siglo XX cuando
comenzaron con fuerza los trabajos ecuménicos que nacen, ante todo, de la
fuerza del Espíritu de Dios. Así, y durante el Concilio Vaticano II (1962-1965)
que provocó un proceso de diálogo de la Iglesia Católica con las tradiciones
protestantes y con el mundo en general, fue promulgado el Decreto “Unitatis
Redintegratio” sobre el ecumenismo.
El Concilio promueve algunas prácticas ecuménicas, entre las que destacan:
la oración común, la formación teológica y el trabajo conjunto en lo social.
Brevemente veremos cada una de ellas. La primera de las prácticas es la
oración. Y es una de las formas más esenciales del movimiento ecuménico. En
palabras del Decreto, “esta conversión del corazón y santidad de vida, junto
con las oraciones públicas y privadas por la unidad de los cristianos han de
considerarse como alma de todo el movimiento ecuménico y con toda verdad pueden
llamarse ecumenismo espiritual”.
Taizé es una comunidad ecuménica que organiza todos los años el Encuentro Europeo de Jóvenes
La segunda práctica del ecumenismo es la formación ecuménica, sobre todo la teológica. Sostiene el Decreto: “es necesario que las instituciones teológicas y las demás disciplinas, especialmente las históricas, se enseñen también bajo el aspecto ecuménico, para que respondan con mayor exactitud a la realidad” (UR 10). Finalmente, el Concilio insta al trabajo común entre los cristianos, sobre todo a las acciones misioneras, de manera que el ecumenismo asuma los problemas concretos de esos territorios de misión.
La segunda práctica del ecumenismo es la formación ecuménica, sobre todo la teológica. Sostiene el Decreto: “es necesario que las instituciones teológicas y las demás disciplinas, especialmente las históricas, se enseñen también bajo el aspecto ecuménico, para que respondan con mayor exactitud a la realidad” (UR 10). Finalmente, el Concilio insta al trabajo común entre los cristianos, sobre todo a las acciones misioneras, de manera que el ecumenismo asuma los problemas concretos de esos territorios de misión.
Finalmente, nos quedamos con las palabras del papa Francisco en su encuentro
en la Catedral Luterana de Lund en Suecia el 31 de Octubre del 2016: “Católicos
y luteranos hemos empezado a caminar juntos por el camino de la reconciliación.
Tenemos una nueva oportunidad para acoger un camino común. Pidamos al Señor que
su Palabra nos mantenga unidos, porque ella es fuente de alimento y vida; sin
su inspiración no podemos hacer nada”. Quiera Dios que los trabajos ecuménicos
en nuestra Diócesis de Rancagua puedan continuar avanzando y afianzándose. 500
años nos deben invitar a mirar nuestra historia común y desde el Espíritu de
Dios trabajar juntos por el Reino y su justicia.
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