jueves, 12 de diciembre de 2013

MANDELA: "Soy el dueño de mi destino, soy el capitan de mi alma"

La muerte de Mandela, el primer presidente negro de Sudáfrica, el hombre que lucho contra el “apartheid” y reconcilió a un país que discriminaba a los no-blancos nos recuerda la gesta de un profeta de su tiempo.  

Y una de las mejores películas del cine espiritual de los últimos años es Invictus. Cine espiritual no significa sólo películas sobre la Biblia o sobre Jesús. Hablamos de cine que destaca por la mirada al ser humano en perspectiva trascendente. Esto supone, un acercamiento al misterio de Dios desde grandes cuestiones humanas como la libertad, el perdón, la acogida del otro, la belleza, la irrupción de lo extraordinario, la conversión y la lucha contra el mal, el testimonio, el coraje de vivir y la búsqueda de la esperanza.


Invictus nos presenta un referente de resistencia en la figura de Nelson Mandela. Las primeras secuencias de las películas nos muestran casi sin palabras un pueblo roto y enfrentado por la dura experiencia de la segregación (apartheid) racial. Los blancos detentando el poder están encerrados en la autosuficiencia, los negros ilusionados con el cambio también están cerrados en la venganza. Y en medio un hombre que en su voluntad firme, a pesar de su debilidad, cansancio y soledad, les unirá recordándoles que el perdón es un arma poderosa que libera el alma.

Basada en el libro de John Carlin, Playing the Enemy cuenta cómo se desarrolló el Mundial de Rugby del año 1995. Mandela, con una sabiduría que fraguó en sus 27 años en prisión, entendía que el deporte concentraba las emociones de la gente con mucha más rotundidad que el discurso político. Cuando faltaba un año para el Mundial Mandela decidió que el rugby, el deporte de los blancos, era la apuesta de la reconciliación e inició la campaña “Un equipo en un solo país”. Para ello contó con la ayuda de Francois Pienaar, el capitán de la selección, al que pidió ayuda para lograr que los negros se identificaran con el equipo de rugby. Ya en la final, a la que a duras penas llegó Sudáfrica, se presentó Mandela vistiendo la camiseta de la reconciliación, como confesó uno de los jugadores: “En ese momento nos dimos cuenta que había un país entero detrás nuestro, y que este hombre tuviera puesta la camiseta de los Springbok era un signo, no sólo para nosotros, sino también para toda Sudáfrica, que tenemos que unirnos, y tenemos que unirnos hoy”. Y de aquella gesta que ayudó a construir un pueblo nos habla la película traspasada por el perdón y la reconciliación que nacen del alma.
FUENTE: Semana Cine Espiritual


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