sábado, 14 de marzo de 2015

EL FARISEO Y EL PUBLICANO. PARÁBOLA


Fue una de las parábolas más desconcertantes de Jesús. Un piadoso fariseo y un recaudador de impuestos deshonesto suben al templo a orar. ¿Cómo reaccionara Dios ante dos personas de vida moral y religiosa tan diferente y opuesta?. El fariseo ora de pie seguro y sin temor alguno. Su conciencia no le acusa de nada. No es hipócrita. Cumple fielmente la ley incluso la sobrepasa. No se atribuye a sí merito alguno, sino que todo lo agradece a Dios."Oh Dios, te doy gracias". Si este hombre no es santo ¿Quién puede serlo?.
El recaudador se retira a un rincón. No se siente cómodo en aquel lugar santo. No es su sitio. Ni siquiera se atreve a levantar los ojos del suelo. Se golpea el pecho y reconoce su pecado. No promete nada. Solo le queda abandonarse a la misericordia de Dios. "Oh Dios, ten compasión de mí que soy un pecador. Nadie querría estar en su lugar. Dios no puede aprobar su conducta.


De pronto, Jesús concluye con una afirmación desconcertante: "Yo os digo que este recaudador bajo a su casa justificado, y aquel fariseo no". A los oyentes se les rompen todos sus esquemas. ¿Será que al final lo decisivo no es la vida religiosa de uno sino la misericordia insondable de Dios?
Dice el Papa Francisco que "el mensaje más fuerte de Jesús es la misericordia". Y añade el Papa:
Y el mensaje de Jesús es éste: la misericordia. Para mí, lo digo humildemente, es el mensaje más fuerte del señor: la misericordia. Él mismo lo ha dicho: "No he venido por los justos: los justos se justifican solos. Bendito el Señor: si tú puedes hacerlo, yo no puedo hacerlo. Pero ellos creen que lo pueden hacer. Yo he venido por los pecadores".
Piensen en ese comentario después de la vocación de Mateo: "¡Pero este va con los pecadores!". Y Él ha venido por nosotros. Cuando nosotros reconocemos que somos pecadores. Pero si somos como aquel fariseo, ante el altar: "Te doy gracias Señor, porque no soy como los otros hombres, y menos como el que está en la puerta, como aquel publicano...", no conocemos el corazón del Señor, ¡y no tendremos jamás la alegría de sentir esta misericordia!

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