«No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre»
1. Desde que los hombres construyeron sus viviendas, en todas las religiones se reserva un edificio, llamado «santuario» o «templo», para que sea la «casa de Dios»; un lugar considerado «sagrado» -donde se hace presente Dios-, a diferencia del mundo «profano», que se subestima como lugar pecaminoso. El templo es, pues, lugar reservado a la presencia de la divinidad, pero también espacio de reunión de la comunidad de los fieles.
Los israelitas, después de una época de preparación, en la que el templo era la «tienda del testimonio», construyeron el primer templo, proyectado por David y realizado por Salomón, destruido por dos veces, y otras tantas reconstruido. Pero lo que Dios quiere no es un templo de piedras muertas, sino de piedras vivas, de creyentes.
2. En tiempos de Jesús se pretendía imponer la creencia de que el templo era el lugar único de la presencia de Dios en medio del pueblo. Sin embargo, el templo era entonces sede del poder económico (en él se comerciaba), político (se reunía el sanedrín) y religioso (se inmolaban animales). Con los abusos, se había transformado, de «casa de Dios» para la oración, en «mercado» para los negocios. Los profetas siempre atacaron la idolatría del templo y defendieron la justicia para con los humildes, ya que para ellos el binomio bíblico no es sagrado/profano, sino justo/injusto. Un templo sin justicia no es cristiano; debe ser abolido.
3. Jesús, situado en la mejor tradición profética, recordará que Dios se hace presente de dos maneras privilegiadas: en el amor entrañable al hermano desvalido y en la reunión de la comunidad convocada en su nombre. Jesús es el nuevo santuario de carne, el nuevo templo. Su muerte equivale al mayor de los servicios, y su resurrección es la suma manifestación de la gloria de Dios.
4. Según la primera tradición bíblica, el hombre y la mujer son imágenes de Dios. De acuerdo con la interpretación paulina, cada cristiano es piedra viva del nuevo santuario, y la comunidad nueva es el templo de Dios. De ahí que el cristianismo primitivo diese realce a la comunidad de base, más que al edificio denominado «templo». El Apocalipsis identifica el santuario celestial con Dios mismo.
EL SIGNO DEL TEMPLO (Casiano Floristán)
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