La basílica del Pilar se llena estos días con
cientos de miles de aragoneses y visitantes siguiendo la tradición
secular de “ir a ver a la Virgen” y de besar su Pilar o, simplemente,
para reencontrarse con el emblema de identidad de la tierra y la
advocación de estos días de fiestas. ¿Conocemos los secretos de esta imagen tan
alabada por la cristiandad y símbolo indeleble de los zaragozanos? ¿Cómo
se gestó la devoción al Pilar y la atribulada historia de la
construcción del templo?
La Venida de la virgen en carne mortal:
En el año 40 de la era cristiana la Virgen María se apareció en carne mortal –entonces vivía en Jerusalén- al
apóstol Santiago El Mayor a orillas del Ebro,
cuyas fuerzas empezaban a flaquear ante los esfuerzos ímprobos de
convertir a los cesaraugustanos de la entonces ciudad romana. Por eso se
habla de la
Venida, y no de la simple aparición, de la
Virgen, y es lo que diferencia la del Pilar a otras advocaciones
marianas de la cristiandad.
La Virgen entregó al apóstol
una columna de jaspe como símbolo de la fortaleza de la fe, que popularmente se conoció como el Pilar.
Esto va a ser “la obra del Pilar”:
Según la tradición, el apóstol Santiago y los primeros conversos
levantaron una primera capilla,
ya perdida, en torno a la Sagrada Columna, y a lo largo de los siglos
hubo diversas construcciones para acoger el rito devocional de los
fieles y peregrinos hasta llegar a la configuración del actual templo.
En torno a
1434 un incendio destruyó prácticamente el templo y
el claustro que existía y en el que se veneraba el Pilar con la imagen
de Nuestra Señora, y se iniciaron los trabajos para la erección de una
nueva construcción de factura gótica. En este periodo fue destacada
benefactora doña Blanca de Navarra (1425-1441), consorte del Rey Juan II
de Aragón, muy devota por la creencia de haber sanado su enfermedad por
intercesión de la Virgen.
Pero en el siglo XVII surge la idea de levantar un
nuevo santuario más grandioso,
acorde con el fervor religioso que suscitaba, sentimiento azuzado por
hechos como el milagro de Calanda, en 1640. Desde que se pergeñan estos
trabajos hasta su conclusión en 1872 pasaron cerca de dos siglos, lo que
llevó a acuñar la expresión “dura más que la obra del Pilar”.
La Sagrada Columna:
La Sagrada Columna que dejó María al apóstol Santiago constituye el
origen y eje sobre el que se han levantado los distintos templos, si
bien según la tradición,
la columna ha permanecido siempre en la misma ubicación.
Aunque se le conoce como el Pilar, es una columna –base circular- de
jaspe amarillo y castaño claro con vetas oscuras. La mayor parte se
encuentra elevada, la que queda cubierta por el manto, y la base queda
empotrada en la construcción.
En la
parte trasera se encuentra el óvalo de 14
centímetros enmarcado por un reborde de oro, y en el que se aprecia el
desgaste debido a los besos y las muestras de fe que le han profesado
millones de fieles siguiendo un culto que data de la Edad Media.
Cuando el Pilar no está cubierto por el manto queda al descubierto el forro de plata repujado en el que está enfundado.
La talla gótica:
La imagen que se venera sobre el Pilar es una bellísima talla de tan solo
36 centímetros de alto,
realizada en madera dorada y policromada, en la que destaca el trabajo
de las pleguerías y los ropajes. Es de bulto redondo -está tallada
también por detrás-, y muestra a la Virgen coronada y Madre, portando al
niño en un costado.
Estudios de la profesora María del Carmen Lacarra Ducay apuntan que pudo encargarse a
Juan de la Huerta en
la primera mitad del siglo XV, tras el incendio que sufrió la capilla
en la que se veneraba la Sagrada Columna y donde se sabe que había un
retablo que se perdió con el incendio.

La talla, junto con la corona sobre la columna cubierta por el manto le otorgan su característica imagen.
Los 546 mantos:
Es una costumbre arraigada desde hace varios siglos cubrir la Sagrada Columna con los mantos que
regalan devotos particulares e instituciones de toda índole, el último de ellos, el donado hace unos días por la Policía Nacional.
En total cuenta con 546 mantos de ricos tejidos y elaborados con todo
tipo de técnicas. Pintados, bordados, de papel o de encaje de bolillos,
entre otros. También hay varios elaborados a partir de
capotes donados por toreros o con fajín de capitán general.
El más antiguo data de 1756 y fue encargado por el
propio Cabildo. Está bordado sobre terciopelo blanco y se pone el Día
del Pilar. Queda algo más largo que el resto, porque antiguamente los
mantos se colocaban a mayor altura, hasta tapar parcialmente la talla,
si bien en el siglo XVII se modificó esta costumbre bajándolo, para dar
más vistosidad a la imagen.
Los
únicos días en los que la Virgen se muestra sin manto son los 2, 12 y 20 de cada mes, en los que se puede observar la columna en una funda labrada en plata.
Las 10 coronas:
La Virgen tiene en total 10 coronas, algunas de ellas de alto valor
histórico-artístico y únicas en su género, como la corona renacentista o
también llamada de las urnas, y la donada por el comerciante Gabriel
Zaporta. La más antigua data del año 1500.
La Virgen del Pilar fue coronada canónicamente el 20 de mayo de 1905 con una grandiosa corona elaborada a partir de las
alhajas de sus donantes. La corona que se realizó para la ocasión fue una obra de arte labrada por la joyería Ansorena de Madrid, de
oro macizo y platino y lleva engarzadas 10.000 piedras preciosas. Se realizó en 45 días y en ella participaron los 40 artesanos de la empresa
FUENTE:
HERALDO