domingo, 18 de noviembre de 2018

Asia Bibi y su familia aún corren riesgo


La cristiana Asia Bibi, la primera mujer en ser condenada a muerte por blasfemia en Pakistán, ha sido absuelta por el Tribunal Supremo del país. Su polémico caso, que traspasó fronteras, ha durado ocho años. Ocho años de manifestaciones, de amenazas de muerte, de asesinatos y de funerales multitudinarios.
Entre fuertes medidas de seguridad, tres jueces liderados por el presidente del tribunal, Saqib Nisar, hicieron pública este miércoles una sentencia que habían decidido hace tres semanas. Su publicación se ha retrasado por las amenazas de muerte de los partidarios del delito de blasfemia, que no toleran la absolución de Bibi. "Puede ser liberada", dijo el magistrado Nisar, siempre que no se le imputen otros cargos. La mujer ya absuelta permanece en la cárcel de Adiala, en Rawalpindi, esperando que se lleve a cabo esa orden.

Bibi, una madre de cinco hijos que lleva ocho años en régimen de aislamiento, fue condenada a morir en la horca por blasfemia en 2010, después de que unas mujeres, después de una discusión, la denunciaran por haber insultado al profeta Mahoma. Cuatro años después Bibi perdió un recurso ante un tribunal superior y, en 2015, el Tribunal Supremo aceptó estudiar su caso de nuevo. El juicio se retrasó después de que uno de los jueces recusara.

Ahora, el tribunal entiende que no existen pruebas sólidas para condenar a muerte a la acusada y que las declaraciones de los tres testigos presentan contradicciones. La sentencia señala que las mujeres que acusaron a Bibi "no tuvieron en cuenta la verdad" y que "fueron capaces de declarar de forma falsa". Sobre los supuestos insultos al islam, dice la sentencia, "no eran más que una invención". No es papel de los individuos ni de las turbas, remarcan los jueces, decidir qué es delito y quién es culpable.
En Pakistán no es fácil ver a un juez emitir un veredicto así en un caso sobre blasfemia, un delito que se utiliza de mala manera para ajustar disputas personales de otra índole. Unos mil casos han llegado a los tribunales, si bien no se ha producido ninguna ejecución. No obstante, algunos jueces, sobre todo a nivel local, temen ser el objeto de la ira de los más radicales, que ponen precio a la cabeza de quienes osen cuestionar los delitos religiosos. Las amenazas son reales: un gobernador local y un ministro fueron asesinados por salir en defensa de Bibi o por pedir reformas en las leyes contra la blasfemia.
Fuente: ABC

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