La cristiana Asia Bibi, la primera mujer en ser condenada a muerte por blasfemia en Pakistán, ha sido absuelta por el Tribunal Supremo del país. Su polémico caso, que traspasó fronteras, ha durado ocho años. Ocho años de manifestaciones, de amenazas de muerte, de asesinatos y de funerales multitudinarios.
Entre fuertes medidas de seguridad, tres jueces liderados por el presidente del tribunal, Saqib Nisar,
hicieron pública este miércoles una sentencia que habían decidido hace
tres semanas. Su publicación se ha retrasado por las amenazas de muerte
de los partidarios del delito de blasfemia, que no toleran la absolución
de Bibi. "Puede ser liberada", dijo el magistrado
Nisar, siempre que no se le imputen otros cargos. La mujer ya absuelta
permanece en la cárcel de Adiala, en Rawalpindi, esperando que se lleve a
cabo esa orden.
Bibi, una madre de cinco hijos que lleva ocho años en régimen de aislamiento, fue condenada a morir en la horca por blasfemia en 2010,
después de que unas mujeres, después de una discusión, la denunciaran
por haber insultado al profeta Mahoma. Cuatro años después Bibi perdió
un recurso ante un tribunal superior y, en 2015, el Tribunal Supremo
aceptó estudiar su caso de nuevo. El juicio se retrasó después de que
uno de los jueces recusara.
Ahora, el tribunal entiende que no existen pruebas sólidas para condenar a muerte a la acusada
y que las declaraciones de los tres testigos presentan contradicciones.
La sentencia señala que las mujeres que acusaron a Bibi "no tuvieron en
cuenta la verdad" y que "fueron capaces de declarar de forma falsa".
Sobre los supuestos insultos al islam, dice la sentencia, "no eran más
que una invención". No es papel de los individuos ni de las turbas,
remarcan los jueces, decidir qué es delito y quién es culpable.
En
Pakistán no es fácil ver a un juez emitir un veredicto así en un caso
sobre blasfemia, un delito que se utiliza de mala manera para ajustar
disputas personales de otra índole. Unos mil casos han llegado a los
tribunales, si bien no se ha producido ninguna ejecución. No obstante,
algunos jueces, sobre todo a nivel local, temen ser el objeto de la ira
de los más radicales, que ponen precio a la cabeza de quienes osen
cuestionar los delitos religiosos. Las amenazas son reales: un gobernador local y un ministro fueron asesinados por salir en defensa de Bibi o por pedir reformas en las leyes contra la blasfemia.
Fuente: ABC
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