El descanso nos debería
ayudar a redescubrir dimensiones nuevas de nuestra existencia. En la sociedad
actual corremos el riesgo de olvidar el valor último de la vida para ahogarnos
en el activismo, el trabajo y la producción. El hombre está hecho también para
disfrutar, para jugar, para gozar de la amistad, para orar, para agradecer. No
se trata de pasarlo bien a toda costa sino de saber disfrutar con sencillez y agradecimiento
de la familia, los amigos, la naturaleza, el silencio, el juego, la música, la
lectura, el amor, la belleza, la convivencia. Alegra conocer que en en el
Evangelio Jesús sabe comprender las necesidades más profundas del ser humano
cuando invita a sus discípulos: “Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a
descansar un poco” (Mc 6, 31). No nos olvidamos de todos aquellos que no han
podido acceder a un trabajo y no pueden disfrutar de un período vacacional.
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