Esos orígenes se recogen en
el libro «Salamanca y la medida del tiempo», elaborado por la experto Ana María
Carabias, profesora titular de Historia Moderna de la Universidad de
Salamanca, cuya entidad académica ha sido la encargada de publicar la obra.
En sus cerca de 400 páginas
se pueden recorrer los momentos previos al actual calendario, los problemas de
la sociedad del momento para adaptar el tiempo al movimiento de la tierra alrededor
del sol, el interés de la Iglesia por ajustar el crono a las festividades
religiosas y los cálculos de algunos expertos para proceder al cambio.
Según ha explicado la autora,
regía el calendario juliano, que ya contemplaba los años de 365 días y
el ajuste con una jornada añadida cada cuatro ejercicios (año bisiesto), pero
seguía habiendo un retraso que era digno de estudio. La Iglesia del momento
estaba «preocupada» por no poder "domesticar" el tiempo y no tenerlo
reglado de una manera más exacta. Entonces, en 1515, recibió un informe
redactado en Salamanca en el que se apuntaba que los científicos firmantes no
estaban de acuerdo con el sistema elegido. La cúpula eclesiástica del
momento hizo caso omiso a ese análisis, de ahí que actualmente se desconozca su
paradero, pero continuó con su búsqueda para calibrar mejor el tiempo.
Fue en 1578 cuando la
Universidad de Salamanca volvió a mandar un segundo informe en el que se
incorporaba el primer documento remitido décadas antes.
El papa, el documento y la bula. En aquel momento, según ha explicado la historiadora Ana María Carabias, sí se tuvo en cuenta esas apreciaciones y se impulsó el cambio en el calendario con la bula «Inter Gravissimas» del papa Gregorio XIII, que dio paso al calendario gregoriano. «Esa reforma de 1582 fue indiscutiblemente el inicio de la globalización mundial, al imponer una fecha y hora al mundo», y ese proceso que «se inició en Salamanca» sigue actualmente vigente, ha añadido la autora del texto.
El papa, el documento y la bula. En aquel momento, según ha explicado la historiadora Ana María Carabias, sí se tuvo en cuenta esas apreciaciones y se impulsó el cambio en el calendario con la bula «Inter Gravissimas» del papa Gregorio XIII, que dio paso al calendario gregoriano. «Esa reforma de 1582 fue indiscutiblemente el inicio de la globalización mundial, al imponer una fecha y hora al mundo», y ese proceso que «se inició en Salamanca» sigue actualmente vigente, ha añadido la autora del texto.
Fuente: Religión Digital
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