Después de cuarenta días nos espera la
Pascua, para los cristianos la fiesta más importante del año. Y, antes, se abre
para nosotros “la Cuaresma”. Es probable que para algunos esta palabra
les resulte desfasada, Pero la Cuaresma cristiana es algo actual. Cuaresma es tiempo de conversión, de cambio. Conversión (“metanoia”)
significa, de hecho, cambio de rumbo, cambio de mentalidad.
Se puede decir que toda nuestra existencia queda enmarcada en el espacio comprendido entre estas tres grandes realidades: Dios, el prójimo y las cosas. Jesús, partiendo de los pilares básicos de la religiosidad judía, reivindica la validez permanente de ciertas actitudes, pero actualizando los antiguos signos emblemáticos para que respondan a las esperanzas y angustias de los hombres y mujeres de hoy:
- La “oración”, entendida como experiencia de Dios
- La “limosna”, entendida
como relación con los demás y: solidaridad
con los más necesitados, compromiso con los últimos y silenciados
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