martes, 21 de marzo de 2017

Conversación con el filósofo Gianni Vattimo en La Stampa

"Gracias al Papa estoy orgulloso de ser católico". "Critican al Papa porque está en lo correcto". 

Conversación con Gianni Vattimo, filósofo italiano de la posmodernidad y emblema del partido radical, que analiza la irrupción del Papa Francisco en una sociedad mundial fragmentada y en busca de sentido



Se confiesa cristiano. Un católico “bastante activo”. ¿Sus rezos? El breviario, sobre todo por las noches. Y las oraciones tradicionales, repetidas casi con nostalgia cada día. Con una religiosidad “de viejita”. Conceptos que podrían ser la normalidad, en cualquier fiel de a pie. Pero sorprenden por quién los pronunció: Gianni Vattimo. El conocido filósofo italiano, ícono del partido radical, padre del “pensamiento débil” y estudioso del existencialista alemán Nietzsche. En una entrevista, aseguró que Francisco “es una oportunidad” para que la Iglesia se deshaga de estructuras superficiales. Y advirtió que “si hablan mal del Papa”, es porque está en lo correcto. 

Nacido en 1936, igual que Jorge Mario Bergoglio, Vattimo acusa el peso de los años. De pelo cano, camina lentamente y con bastón. Pero el paso de los años no ha afectado su lucidez, ni la vena polémica de sus declaraciones. Casi irreverente. Siempre filoso, bromea con el final de sus días. Asegura estar escribiendo un nuevo libro, e imagina la posibilidad de dejarlo inconcluso. Porque “todo buen filósofo debe dejar algún texto inédito”. 

“Francisco es una gran ocasión para la Iglesia. Existen Papas que representan una oportunidad para la renovación y la transformación. Por ahí exagero, comprendo que el Papa es siempre el Papa, debo recordarme muy a menudo que un Papa no puede hacer todo, sólo algunas cosas. Pero estoy convencido que él tiene una buena intención y paradójicamente tienen razón aquellos que lo ven como una amenaza para la Iglesia porque es una amenaza para la Iglesia tradicionalista, es uno que –en el fondo- afronta los problemas”, dijo.  

Quien fuese parlamentario europeo, ganador de premios y doctorados “honoris causa” por universidades de varios países, dijo estar convencido que si desde diversos sectores “hablan mal del Papa” es porque él “es uno que recorta, que purifica un poco, que hace cosas no necesariamente placenteras”. 

Al mismo tiempo, como “un fiel periférico”, se mostró preocupado. Espera que el pontífice pueda ser tan equilibrado como para deshacerse de muchas cosas obsoletas de la Iglesia sin “arruinar” la experiencia de fe de los creyentes.  

“El Papa, en su esfuerzo de renovación y actualización, de poner la Iglesia al nivel de los pobres, afronta un problema de equilibrio, él debe actuar correctamente y lo que hace no debería escandalizar. Es un delicadísimo momento de transformación en la Iglesia”, señaló. 

En otros tiempos había dicho que era “ateo gracias a Dios”, pero ahora parece haber cambiado de opinión. Aunque no lo acepta, abiertamente. Quizás porque nunca dejó de considerarse católico, a su manera, pese a ser un férreo crítico de la Iglesia misma. O, quizás, porque está volviendo sobre sus pasos.  

“Yo mismo vivo un cristianismo muy de ‘viejita’, digo las oraciones tradicionales y a veces me pregunto si esto deriva de una cierta nostalgia por la Iglesia tradicional”, reconoció en la conversación. Y su entusiasmo por Francisco es ya una contradicción con su pasado de opositor a la autoridad del Papa como representante de Dios.  

Más adelante, explicó que ese ateísmo se deriva de su negación a creer en el “Dios de los filósofos”, el “Dios moral”, supremo garante del orden en el mundo capitalista. “¿A nosotros qué nos interesa de ese Dios capitalista?”, cuestionó. 

Abundó: “La Iglesia durante muchos siglos, especialmente en Europa, ha sido una especie de instrumento de conservación, pero actuando así terminó por conservar sus propios privilegios. Esto es algo que el Papa está dejando atrás. En este momento la tarea de los cristianos debería ser la de dejar ‘las cantidades’ de la Iglesia, por ejemplo su excesivo patrimonio. Ojo, no quiero decir que se deben vender los Museos Vaticanos, no exageremos. Pero quizás tener alguna cosa menos no hará ningún daño”. 

Así, Vattimo se mostró abierto a los matices. Para nada radical. Si bien insistió en su convencimiento de que la Iglesia se reduzca, en algunas de sus partes, jamás postuló su desaparición, ni mucho menos. Reconoció que sin el catolicismo, él jamás habría tomado contacto con el evangelio. Hasta se puso como ejemplo. 

“No puedo pensar que la Iglesia se reduzca más allá de cierto límite de presencia porque, de otra manera, ¿quién predicará el evangelio? ¿Quién hará conocer a Cristo? Pero las dos cosas se pueden conciliar. Además, y sobre todo, se puede proyectar un Jesús más conforme a la imagen que él quería dar de sí”, precisó. 

No sólo, además ofreció una interpretación teológica a esa reducción. Porque, afirmó, en la historia del cristianismo “el debilitamiento religioso tiene un carácter providencial”. Y se explicó: “Una religión fuerte a menudo ha acompañado el colonialismo, las potencias, la disciplina pública, las dictaduras. Que ahora exista un movimiento de reducción lo encuentro muy acertado y creo que entra en el plan de salvación divina”.  

Al mismo tiempo destacó la importancia del papado, como “potencia histórica” que representa a más de mil millones de fieles. Pero aclaró que, quien ocupa ese espacio, puede actuar como poderoso o como pobre y Francisco optó por actuar como pobre. Por eso lo consideró como el “primer debilista” del mundo. Exponente del pensamiento débil, como él lo concibe. 

“Los poderes fuertes están muy atentos, porque se han dado cuenta que (el Papa) tiene una cierta ‘vena comunista’. Eso lo salva (ríe). Prefieren adoptar la actitud de siempre cuando los Papas predican la pobreza: lo dejan decir mientras no les molesten demasiado. Pero el Papa Francisco está tirando la cuerda lo más posible, para actuar de una manera distinta. Estoy contento porque gracias a él me siento orgulloso de ser católico, cuando en otros momentos llegué incluso a avergonzarme de serlo”, afirmó. 

¿El proceso de renovación iniciado por Francisco durará en el tiempo? Al respecto contestó con realismo: “Sinceramente no lo sé. Desearía que no, pero me parecería bastante comprensible que en la Iglesia estén preparándose movimientos en sentido contrario. Aun así, ciertos pasos que él ha dado no se podrán echar para atrás. Consideramos siempre que el Papa no puede transformar la Iglesia al 100 por ciento, pero la puede transformar al 50 y sobre el resto podría verificarse un reflujo. Pero, en resumen, muchas cosas permanecerán”. 

Fuente: La Stampa

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